Lola
Brillante Mendoza (2010)
Brillante Mendoza (2010)

La película
Dos abuelas (Lola significa abuela en Talalog) están confrontadas a un drama común: Lola Sepa acaba de perder su nieto, asesinado por un ladrón de móviles, Lola Puring es la abuela del joven asesino. La primera necesita dinero para pagar el entierro, la otra para sacar a su nieto de la cárcel y evitar un juicio.
El dinero, héroe vencedor de la película
Culpable y héroe de la película, el que gana y vence a todos, el dinero. Como buen protagonista, aparece desde el primer plano de la película. Un billete pasa de una mano a otra y termina con sus compañeros en un sobre. A cambio, una vela en memoria del nieto de Lola Sepa.
El dinero es omnipresente. Todo se paga. Lola Sepa compra un ataúd, Lola Puring vende verduras. Lola Sepa empeña su tarjeta de pensionista, Lola Puring intenta vender los patos que le ha regalado su hermana. Lola Sepa pide dinero a los vecinos, Lola Puring vende su televisión que no cesa de vomitar su programa de dinero, Débito Crédito.
Los objetos como representación de una historia
Mientras el dinero pasa de bolsillo en bolsillo, se compra, se intercambia y se roba, otros elementos hacen función de personajes: el paraguas, débil, cansado, frágil, intenta luchar contra una lluvia destructora. Se dobla, se cierra, pero no se rompe, a la imagen de su dueña, Lola Sepa. Las verduras, reflejo del tráfico ilegal de Lola Puring y de su nieto, son maltratadas, aguantan el diluvio, y terminan en el suelo, junto con un puñado de monedas. Hasta la ciudad, sucia, ruidosa, gris, nos anuncia una realidad pobre, triste y sin luz. El agua, lágrimas no derramadas por nadie porque en esta vida el más débil no sobrevive, llora por ellos, por nosotros. Un llanto a veces desesperado, atormentado, como un grito que no sale, y a veces tranquilo, profundo e inmenso como el agua en el cual van, sin ruido, las barcas. El agua llora por nosotros porque en esta película, no hay sentimentalidad abusiva, no cae en la emoción irracional. La tristeza de Lola Sepa no se lee en sus ojos ni en su frente, sino en su espalda, cuando la seguimos en el largo pasillo de la funeraria.
¿Y los hombres?
Mientras tanto, los hombres son los grandes ausentes de esta historia. Han desaparecido de la casa, o están enfermos. Un nieto ha muerto, el otro espera en la cárcel que lo libere su abuela. Los hombres no ayudan, son, muchas veces, la causa de los problemas. Como lo dice Lola Sepa, hablando de su marido: "Los hombres son tremendos, nunca hacen caso. Por eso se murió", frase que podría haber pronunciado para su nieto.
Las dos abuelas son el pilar de la familia, ciudan de sus hijos y nietos como pueden. Si hay que rebajarse hasta pedir dinero a los vecinos o robar a los clientes, lo hacen, pero con dignidad. ¿Amoral? Quizás, pero a la imagen de un país desorganizado socialmente, que hace de un juicio una chapuza. "Yes, your Honor", como diría Lola Sepa, que no entiende lo que está pasando con su dolor, con su duelo.
¿Qué concluir de todo esto? ¿Que se puede regatear el dolor de una persona, o que la clemencia es el gesto de humanidad más fuerte que pueda existir? Brillante Mendoza no juzga, y nos deja pensar.
Dos abuelas (Lola significa abuela en Talalog) están confrontadas a un drama común: Lola Sepa acaba de perder su nieto, asesinado por un ladrón de móviles, Lola Puring es la abuela del joven asesino. La primera necesita dinero para pagar el entierro, la otra para sacar a su nieto de la cárcel y evitar un juicio.
El dinero, héroe vencedor de la película
Culpable y héroe de la película, el que gana y vence a todos, el dinero. Como buen protagonista, aparece desde el primer plano de la película. Un billete pasa de una mano a otra y termina con sus compañeros en un sobre. A cambio, una vela en memoria del nieto de Lola Sepa.
El dinero es omnipresente. Todo se paga. Lola Sepa compra un ataúd, Lola Puring vende verduras. Lola Sepa empeña su tarjeta de pensionista, Lola Puring intenta vender los patos que le ha regalado su hermana. Lola Sepa pide dinero a los vecinos, Lola Puring vende su televisión que no cesa de vomitar su programa de dinero, Débito Crédito.
Los objetos como representación de una historia
Mientras el dinero pasa de bolsillo en bolsillo, se compra, se intercambia y se roba, otros elementos hacen función de personajes: el paraguas, débil, cansado, frágil, intenta luchar contra una lluvia destructora. Se dobla, se cierra, pero no se rompe, a la imagen de su dueña, Lola Sepa. Las verduras, reflejo del tráfico ilegal de Lola Puring y de su nieto, son maltratadas, aguantan el diluvio, y terminan en el suelo, junto con un puñado de monedas. Hasta la ciudad, sucia, ruidosa, gris, nos anuncia una realidad pobre, triste y sin luz. El agua, lágrimas no derramadas por nadie porque en esta vida el más débil no sobrevive, llora por ellos, por nosotros. Un llanto a veces desesperado, atormentado, como un grito que no sale, y a veces tranquilo, profundo e inmenso como el agua en el cual van, sin ruido, las barcas. El agua llora por nosotros porque en esta película, no hay sentimentalidad abusiva, no cae en la emoción irracional. La tristeza de Lola Sepa no se lee en sus ojos ni en su frente, sino en su espalda, cuando la seguimos en el largo pasillo de la funeraria.
¿Y los hombres?
Mientras tanto, los hombres son los grandes ausentes de esta historia. Han desaparecido de la casa, o están enfermos. Un nieto ha muerto, el otro espera en la cárcel que lo libere su abuela. Los hombres no ayudan, son, muchas veces, la causa de los problemas. Como lo dice Lola Sepa, hablando de su marido: "Los hombres son tremendos, nunca hacen caso. Por eso se murió", frase que podría haber pronunciado para su nieto.
Las dos abuelas son el pilar de la familia, ciudan de sus hijos y nietos como pueden. Si hay que rebajarse hasta pedir dinero a los vecinos o robar a los clientes, lo hacen, pero con dignidad. ¿Amoral? Quizás, pero a la imagen de un país desorganizado socialmente, que hace de un juicio una chapuza. "Yes, your Honor", como diría Lola Sepa, que no entiende lo que está pasando con su dolor, con su duelo.
¿Qué concluir de todo esto? ¿Que se puede regatear el dolor de una persona, o que la clemencia es el gesto de humanidad más fuerte que pueda existir? Brillante Mendoza no juzga, y nos deja pensar.
Marie
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