lunes, 23 de mayo de 2011

Nosferatu, una sinfonía del horror
(Nosferatu, eine Symphonie des Grauens)

F.W. Murnau (1922)

Para los que han visto Nosferatu en blanco y negro...










¿Nosferatu fotofóbico?
¿Nunca se han preguntado cómo Nosferatu, vampiro de su profesión, que teme la luz del día, se pasa la película entera dando paseos en plena luz? No intenta andar a la sombra de las casas o de los árboles. No se da prisa. Ni siquiera se protege la cabeza calva con un sombrero, o la cara con las manos. Pero qué error de puesta en escena de parte del director, ¿no? ¿Cómo nos habremos dejado engañar así?
Todo tiene su explicación...

En primer lugar, esta película es la primera versión cinematográfica que se hizo de la novela de Bram Stoker, Drácula. Y en esta obra, el conde no teme la luz del día. Bram Stoker describe una escena donde Drácula se pasea a la luz del día en Londres, en una soleada tarde de septiembre. En sus orígenes, entonces, ¿los vampiros no temían la luz solar? Pues no, solo el ajo. Fue Murnau quien le puso esta característica a los vampiros, con Nosferatu. Desde esta película, la luz del día es sinónimo de muerte para un vampiro.

Bueno, pero seguimos con el problema. Si Murnau pretende que los vampiros se destruyen con la luz del día, ¿qué hace Nosferatu, su ataúd debajo del brazo, andando por la calle? Muy simple. Dejemos un momento nuestro querido vampiro, que supuestamente padece fotofobia, y retrocedamos en el tiempo.

Las películas no eran en blanco y negro
Todas las películas mudas tenían sus filtros, su coloración, su etalonaje, aunque hoy en día las tengamos en blanco y negro. La tecnología no permitía grabar directamente en color, entonces se realizaba después del rodaje y del montaje. Se rodaba todo de día, y luego se cortaba la película y se separaba por escenas: las escenas exteriores de noche para el filtro azúl, las escenas exteriores de día para el filtro amarillo, las escenas de peligro en rojo, etc. Y se volvía a montar la película. Eran los filtros azules o sepia que daban la impresión de día o de noche.

Los que han visto la película de Nosferatu en color pueden apreciar este cambio de luces y de ambiente. Nosferatu, efectivamente, temía la luz del día. El filtro azúl le salva el pellejo.

Y aquí cabe hacerle un pequeño homenaje a Murnau, que supo utilizar de forma magistral las sombras, las luces, el contraluz, elementos propios del cine expresionista. Las sombras dibujan formas y líneas en el decorado y en los personajes, que se reflejan en ellas: sus miedos con paisajes oscuros, la luz descentrada, las sombras inquietantes... La sombra de Nosferatu nos sigue atrapando...


Marie









lunes, 9 de mayo de 2011

Lola
Brillante Mendoza (2010)

La película
Dos abuelas (Lola significa abuela en Talalog) están confrontadas a un drama común: Lola Sepa acaba de perder su nieto, asesinado por un ladrón de móviles, Lola Puring es la abuela del joven asesino. La primera necesita dinero para pagar el entierro, la otra para sacar a su nieto de la cárcel y evitar un juicio.

El dinero, héroe vencedor de la película
Culpable y héroe de la película, el que gana y vence a todos, el dinero. Como buen protagonista, aparece desde el primer plano de la película. Un billete pasa de una mano a otra y termina con sus compañeros en un sobre. A cambio, una vela en memoria del nieto de Lola Sepa.
El dinero es omnipresente. Todo se paga. Lola Sepa compra un ataúd, Lola Puring vende verduras. Lola Sepa empeña su tarjeta de pensionista, Lola Puring intenta vender los patos que le ha regalado su hermana. Lola Sepa pide dinero a los vecinos, Lola Puring vende su televisión que no cesa de vomitar su programa de dinero, Débito Crédito.

Los objetos como representación de una historia
Mientras el dinero pasa de bolsillo en bolsillo, se compra, se intercambia y se roba, otros elementos hacen función de personajes: el paraguas, débil, cansado, frágil, intenta luchar contra una lluvia destructora. Se dobla, se cierra, pero no se rompe, a la imagen de su dueña, Lola Sepa. Las verduras, reflejo del tráfico ilegal de Lola Puring y de su nieto, son maltratadas, aguantan el diluvio, y terminan en el suelo, junto con un puñado de monedas. Hasta la ciudad, sucia, ruidosa, gris, nos anuncia una realidad pobre, triste y sin luz. El agua, lágrimas no derramadas por nadie porque en esta vida el más débil no sobrevive, llora por ellos, por nosotros. Un llanto a veces desesperado, atormentado, como un grito que no sale, y a veces tranquilo, profundo e inmenso como el agua en el cual van, sin ruido, las barcas. El agua llora por nosotros porque en esta película, no hay sentimentalidad abusiva, no cae en la emoción irracional. La tristeza de Lola Sepa no se lee en sus ojos ni en su frente, sino en su espalda, cuando la seguimos en el largo pasillo de la funeraria.

¿Y los hombres?
Mientras tanto, los hombres son los grandes ausentes de esta historia. Han desaparecido de la casa, o están enfermos. Un nieto ha muerto, el otro espera en la cárcel que lo libere su abuela. Los hombres no ayudan, son, muchas veces, la causa de los problemas. Como lo dice Lola Sepa, hablando de su marido: "Los hombres son tremendos, nunca hacen caso. Por eso se murió", frase que podría haber pronunciado para su nieto.
Las dos abuelas son el pilar de la familia, ciudan de sus hijos y nietos como pueden. Si hay que rebajarse hasta pedir dinero a los vecinos o robar a los clientes, lo hacen, pero con dignidad. ¿Amoral? Quizás, pero a la imagen de un país desorganizado socialmente, que hace de un juicio una chapuza. "Yes, your Honor", como diría Lola Sepa, que no entiende lo que está pasando con su dolor, con su duelo.

¿Qué concluir de todo esto? ¿Que se puede regatear el dolor de una persona, o que la clemencia es el gesto de humanidad más fuerte que pueda existir? Brillante Mendoza no juzga, y nos deja pensar.

Marie